Marco Pantani fue un chico que nació junto al mar, que siempre miró los montes como un punto ideal para hacer llegar sus mensajes, ya sea en los espacios abiertos como en los refugios.
Sobre sus montañas el Pirata construyó los capiteles de sus templos, con emociones que aún hoy en aquellos lugares sembraron ecos más allá del tiempo y de su presencia física terrenal, enriqueciéndolos con el color de su ser especial, tanto como hombre que como atleta.
Sobre el Galibier, Marco Pantani dibujó el suma más intenso de su teísmo montano hasta elegirse profeta de sí mismo, ofreciendo al mundo su credo infinito de Artista.
Estaba escrito en las estrellasque la primer malla amarilla Marco Pantani la esculpiera justamente sobre esa montaña francesa, epígono de la leyenda del ciclismo.
A partir de aquel 27 de julio de 1998, el Galibier y Marco Pantani están y estarán siempre indisolublemente unidos en el Mito, no sólo deportivo.