Después del exito en el Giro d’Italia, el Pirata tenía una razón atormentadora más para correr un buen Tour; en efecto, hacía unos pocos días que se había muerto Luciano Pezzi, el viejo Sabio que le daba seguridad y que más que otros había creído en él después del accidente ocurrido en la bajada de Superga durante la Milano - Torino de tres años atrás.
Otra vez Pezzi había tenido razón: el talento y el temple de Marco superaban su mala suerte.
En el prólogo de Dublín Pantani partió despacio; de hecho se clasificó 181° sobre 189 participantes, con una distancia de 43 ’’ de Jan Ullrich, ganador saliente de la Grande Boucle y considerado entonces un corredor imbatible.
El resultado del Pirata fue incluso peor en ocasión de la segunda carrera contrarreloj de ese Tour de France.
De hecho, al final de la larga prueba solitaria contra el tiempo desde Meyrignac hasta Corrèze, el retraso de Marco con respecto del atleta alemán aumentó hasta llegar a los 5’ 04” .
Llegaron los Pirineos y el Campeón de Cesenatico empezó a recitar su canto montano, sobresaliendo en el non dificil Peyresourde, donde llegó segundo con una distancia de 36” del escapista del día Rodolfo Massi.
El día después, el vuelo del Pirata planeó sobre el Plateau de Beille gracias a una exitosa acción solitaria.
En esa ocasión dobló al maillot amarillo de 1’40” , consiguiendo el tercer puesto en la clasificación general a 3’01” del alemán.
En ese momento, el chico del mar que se habia convertido en el Príncipe de los montes intuyó que los Alpes eran el terreno mejor para explotar su potencia y recuperar sobre el horizonte amarillo de Ullrich gracias también al cansancio que atenazaba cada vez más a sus adversarios.
La Grenoble - Les Deux Alpes de 27 de julio le parecio la ocasión ideal para copar el banco gracias a sus pasos para escalar y a un día tempestuoso en el que solo los Dioses saben volar.
En esa ocasión se recordó lecturas y cuentos sobre la hazaña de su amigo Gaul en la inolvidable etapa de Aix les Bains de cuarenta años atrás, corrida en condiciones ambientales muy parecidas.
A unos 50 km de la meta, sobre el mítico Col du Galibier, Marco sorprendió a todo el mundo atacando y todos se dieron cuenta de inmediato de que estaban viendo una Leyenda, algo que estaba ascendiando a la Inmortalidad.
Pantani alcanzó a los escapistas del día, se les adelantó antes de la cumbre, los esperó en la bajada y se despegó de ellos otra vez con una ascensión sin eguales en Les Deux Alpes.
Por primera vez fué maillot amarrillo gracias a una hazaña entre las mas grandes en absoluto en la historia del deporte.
Ullrich llegó despuès de 9’.
Al día siguiente, en la etapa que terminaba en Albertville, el alemán contraatacó como nunca había hecho en su carrera.
Sin embargo, el Pirata ya era el Rey del Tour ’98: alcanzó al adversario herido en su orgullo y lo controló con absoluta seguridad.
Ni siquiera la interminable carrera contrarreloj de Le Creusot logró impedir al Pirata ingresar en París el 2 de agosto de 1998 como maillot amarillo, aclamado por centenares de millares de aficionados admirados y entregados.
Por fin, la carrera que amaba más, ese Tour de France en que soñaba desde cuando niño había montado en una bicicleta por primera vez, era suya.
Y con el doblete Giro-Tour fué incluido en el club de las Leyendas del ciclismo.